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El primer bussejador

FOTO: Alexandre el Gran dins la campana de vidre. London British Library

 

Quan pensem en el primer bussejador de seguida ens ve al cap la imatge d’un vellet amb ulleres, una gorra vermella i un gran nas francès. Protagonista de mil aventures i responsable directe de la popularització del busseig esportiu, Jacques-Yves Cousteau no va ser el primer bussejador il·lustre de la història.

Un dels primers antecedents coneguts sobre el busseig el trobem al segle IV abans de Crist quan el filòsof grec Aristòtil (284-322aC) fa menció de la campana humida lebeta grega. En la seva obra Ploblemata (360aC) tracta del cos humà com un element contenidor d’aire que permet submergir-se. L’ús militar d’aquest enginy durant setge de Tir al 332 aC per demolir-ne els seus murs és una acció que s’atribueix a Alexandre el Gran. La llegenda diu que Alexandre sentia una especial fascinació pel món submarí, ideant una espècie de batiscaf format per dues barques invertides unides per taulons, segellades amb betum, llastat amb lingots de coure i proveït de dues finestres de vidre per observar l’exterior, segons explica un manuscrit del segle XV que es conserva a la British Library de Londres.

Alejandro: (…) Aristóteles, ahora que se ha apaciguado la agitación de mi espíritu, deseo contarte cosas creíbles para tí, que serían increíbles para cualquier otro. Escucha… Cuando con la vanguardia del ejército alcancé el Hydaspe, en los confines del mundo conocido, apenas si empezaba a despuntar el día: el río arrastraba aguas vidriosas y por encima de él se elevaban brumas blanquecinas que se estancaban en la otra orilla en bancos opacos. Nuestros exploradores no distinguían nada detrás de aquella niebla. De pronto el sol lo barrió todo y vimos con la luz nueva los lejanos montes cubiertos de nieve, las plantas maravillosas, las flores admirables, los animales extraordinarios y los pájaros de colores brillantes de un mundo nuevo. Durante nuestra inmersión bajo el mar así fue. ¡El mar infecundo de Homero! ¡Palabras insensatas! Los hombres, Aristóteles, nunca han visto más que aguas agitadas por el viento, nunca han contemplado más que espumas centelleantes, nunca han estado sentados más que en la tapa del cofre. En cuanto apoyé la frente contra el vidrio transparente, vi, como bajo el sol que disipa las brumas de Hydaspe, un mundo fabuloso. Los cofres del mar desbordaban riquezas vivientes, más asombrosas que los mil tesoros de Susa y ofrecidas a mí envueltas en polvo de oro. Mira esta tierra desolada y maléfica de Gedrosia. Desde que el mar la cubre todo es fertilidad, belleza, frondosidades vírgenes, exuberancia. Estate seguro, Aristóteles, de que los hombres irán un día a conquistar sus riquezas y apoderarse de ellas. Por los campos de algas pasan manadas de peces a los que otros, enormes, siguen para devorarlos. El fondo del mar está cubierto de conchas, de animales que son acaso flores y de plantas que he visto transformarse en criaturas animadas, tendiendo sus garras y abriendo sus fauces. Bajo el mar ocurren cosas que mis ojos han visto sin que mi mente pueda comprender. Todo parece regido por la magia y los caprichos demenciales de dioses monstruosos, de demonios que surgieran delante mío, cubierto de corazas brillantes, armados de venablos, espadas y flechas y rodeados de animales repulsivos acerca de los cuales ninguna imagen podría darte idea. He visto serpientes de ocho cabezas, horribles hidras escamosas, perros-delfines y gigantescas lamias* de mandíbulas tan espantosas que me parecía oír como el mar gritaba y gemía ante ellos como cuando el maestro broncista sumerge en el agua el metal al rojo vivo… Una lamia* que habría podido tragarse de un bocado al más fornido de mis guardias (…)

Alexandre explica així la seva experiència al seu gran mestre Aristòtil, emprant el terme lamia per referir-se als taurons. Abans d’ell molts altres van utilitzar el busseig amb finalitats militars o  civils, però el d’Alexandre és el primer episodi que  refereix  a un ús recreatiu del busseig. Un mitjà de coneixement  i gaudiment del nostre entorn tal com fem nosaltres avui sense la necessitat de ser reis.